Posabas para mí y yo con devoción pintaba con pasión tu cuerpo fatigado
Hasta el amanecer a veces sin comer y siempre sin dormir.
Debajo de un quinqué la mesa del café feliz nos reunía hablando sin cesar
soñando con llegar, la gloria conseguir.
Y cuando algún pintor allá va un comprador y un lienzo le vendía,
solíamos gritar, comer y pasear alegres por Paris.
Con frío y con calor el mismo buen humor bailaba en nuestro ser
luchando siempre igual con hambre hasta el final hacíamos castillos
y el ansia de vivir nos hizo resistir y no desfallecer.