En Mazatlan estamos a 26°C, lo que para mi es ni frio ni calor, ni fú ni fa, solo lo suficientemente agradable para sentarme en una banqueta sin incomodarme, pasa el viento y me alborota el cabello, pasan los minutos sin lograr preocuparme, veo como los pájaros se posan en los cables y entonces yo me dispongo a pretender que me poso en la bendita paz de la nada, pasa una niña y con su voz chillona dice: -"Hola amiga", y se convierte en una distracción divertida con los ojos redonditos y pispiretos, es un mar de risas y rizos en su cabello. No le resulta dificil entablar una conversación, ni revelarme sus secretos: le va a regalar a tanguitas a su hermanito que va a un cumplir 1 año el 23 de este més, hoy va a comer pollo en res, y me advirtió que para la próxima me va a "vender regalado" un dibujo.
De pronto se desaparece y regresa con una pintura de uñas color rosa barbie, ella cree que me va bien ese color y entonces nos pintamos las uñas, mientras seguimos conversando sobre cómo tiene tanta energía, -"porque hago ejercicio, amiga. Mi abuelo tiene una bici diferente, no creas que es de las que andan en la calle, es de las que pones frente a la tele y puedes subirte en guaraches, descalza, en tenis, como quieras".
Y me quede pensando en ese "como quieras" y cómo la hace feliz el simple hecho de tener la opción de no subirse a la bici como cualquier adulto que obviamente escoge los tenis. Válgame, las obviedades no son burbujeantes por eso resultan tan refrescantes las ocurrencias de un niño, como convertir un sueter en bebé, como la travesura de andar descalza, como la osadia de reirse cuando quieren que guardes silencio, la simpleza de decir lo que pensamos, la valentia de estar con quien podemos divertirnos y dejar a quien nos aburre, escoger las sonrisas por encima de las lágrimas, la alegría en vez de las penas... suena tan trillado, lo sé, pero ahí estaba yo sonriendo con cada uno de mis 178 centímetros y 66kilogramos, y pensé: despues de todo no es tan malo tener imán para los niños sin querer-queriendo.